A mis fantasmas que ya se han olvidado de mí y de su vida de fantasmas que han dejado atrás; porque llamándoles la orquesta unísona de sus ancestros sonó. Escuchándose como si desde alguna parte de la habitación no corriera con segundos el tiempo, uno podría imaginar que en lo obscuro un susurro de un despido fuese de lo más aterrador, pero por un momento lo entendí, ya era hora de decir adiós.
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